MUNDO DEPORTIVO - 30/04/2013
Iniesta es uno de los tres mejores jugadores del mundo. El número 1 según Juanma Lillo y algún otro entendido. El mejor Barça de la historia no se habría alcanzado, probablemente, sin él. Y no hablo ahora del gol de Stamford Bridge que conllevó tres títulos. De un solo derechazo se abrió la puerta a la Champions, a la Supercopa de Europa y al Mundial de Clubs. También es cierto que, en los últimos tiempos y cuando el equipo más le ha necesitado (porque tocaba proeza o porque Messi estaba lesionado), Iniesta ha ejercido el liderazgo de ponerse el equipo a la espalda e intentarlo todo. Así pues, todos los elogios que merece Don Andrés no cabrían en esta página. Dicho esto, y a riesgo de tener que exiliarme a Uzbekistán, intentaré esbozar dos críticas a un jugador que esta noche tiene que hacer un paso adelante.
Mi primer pero a Iniesta es puntual. Los dos días que ha entrado al campo como suplente, en Vigo y en Bilbao, no solo no ha aportado al equipo sino que le ha diezmado. O por falta de calentamiento o por falta de concentración, ha perdido más veces la pelota y la posesión en estos dos ratos -donde entraba para mantener el balón y enfríar el partido- que en toda la temporada. Sus pérdidas en Vigo fueron algo nunca visto y, pensé, un mal día lo tiene cualquiera. La reiteración, en San Mamés, me empezó a alarmar. No hace tantos años, cuando Iniesta era el jugador número 12 y era el primer cambio, siempre saltaba al campo con un hambre que revolucionaba el ataque del Barça. Esperemos que los años, los títulos colectivos y los merecidos premios individuales no varien su actitud. Es muy joven todavía y, a pesar de que muscularmente ande tocado en este final de temporada, todos sabemos que sobre Iniesta debe seguir construyéndose un nuevo Barça ganador.
Mi segunda crítica -ligera, constructiva y tan matizada como haga falta- es que su fútbol debe ser algo más trascendente. Sin duda, podemos hacer un resumen de las mejores jugadas de la temporada y en casi todas aparecerá Iniesta haciendo malabarismos cerca del córner, sorteando a cuatro rivales o regateando con ruletas imposibles.
Estéticamente precioso, ¿pero efectivo? Sin duda vamos al fútbol para ver jugadas como esa, pero con un pelín menos de conducción y un pase vertical al momento, el equipo podría sacar partido de tener en sus filas alguien que merece un Balón de Oro, digno sucesor de Luis Suárez.
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